voyeur

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Estaban juntas sobre una plataforma blanca, mostrándoles a mis ojos la crudeza de sus cuerpos. No solo eso, sino que su instinto más carnal, el de un ser que nunca ha visto un Dios, se expandía ante mi como un tumor voraz.
Me quedé tras la puerta observándolas. No les importó el espectador, al contrario, ese hecho solo provocó más satisfacción en sus destrezas.
Par de histéricas amantes, despreciables, repugnantes. Gateaban como siamesas genitales, gritando, chillando, burlándose de mi. Las odiaba... inmundas meretrices del infierno, solo pensaba en desollarlas vivas, miembro por miembro y luego arrancar sus alas, rajar sus pechos y vaciar sus vientres.
Un centelleo en mi sien me avisó que era el momento de comenzar el juego, donde yo jugaba a ser Dios. Abrí la puerta que nos separaba con la justa cautela para no alarmarlas, ellas me apuntaron con sus ojos atómicos, creo que adivinaron la intención en mi mirada porque comenzaron a alejarse. Siempre pegadas como ventosas, siempre arrastradas, no pensaron en dejar el placer ni por un segundo, hasta podría asegurar que el presentimiento de muerte las excitaba mucho más.
Se escondieron pero supe donde encontrarlas y cuando lo hice, nuestras miradas volvieron a cruzarse. Esta vez me temían, esta vez yo dominaba el destino y ellas lo sabían. Podía escuchar como respiraban y ver las gotas de sudor atravesar sus corazas. Las tenía acorraladas.
El segundo que duró el asesinato se me clavó en la mente, las vi aplastadas con las vísceras destruídas, pegadas en el piso. Fue fácil, dos simples golpes. Durante el primer golpe una había abandonado a la otra que estaba herida, traicionera. La arrastré hasta la moribunda, las quería juntas otra vez, y les aticé el último golpe. Mortal.

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Siro Galé es un seudónimo de la locura, la desesperación y el horror que se desprenden de un Alter Ego en evolución.