Diario de un hijo de puta.

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Imagen:hisn.deviantart.com/


Ella me dijo egoísta mientras apretaba con los dientes el sorbete de su lata de gaseosa y yo levanté la vista sorprendido, me encontré con sus ojos desafiándome a pronunciar cualquier palabra. Sabía que no estaba equivocada pero no le di mayor importancia, simplemente seguí leyendo los clasificados en el diario. De vez en cuando la miraba de reojo, no me sacaba la vista de encima, todavía esperaba algún tipo de reacción de mi parte y pude sentir la tensión que ocupaba el espacio que había entre nosotros. Me levanté de mi asiento y me senté a su lado, allí nos quedamos mirando por unos minutos, directamente a los ojos, ninguno bajaba la mirada y ella seguía prendida a su sorbete. Dejé el diario sobre la mesa y puse mi mano izquierda sobre su falda, mientras con la otra acariciaba su nuca. No dejaba de mirarme, ni de chupar su gaseosa. Por la forma en que me miraba habría jurado que me odiaba, que le daba un asco semejante al que provoca una bolsa de carne descompuesta, sin embargo yo sabía que me deseaba, tanto que habría sido capaz de dejarse coger en ese bar, ese día a las 10 de la mañana.
Me acerqué lo más que pude y traté de que nuestras córneas quedaran pegadas y nuestras lenguas anudadas, pero nada pasó, ella se apartó y volvió a decirme egoista. Nunca dejamos de mirarnos, mi mano izquierda corrió bajo su falda. Ella se dejaba, aunque su rostro inmutable permanecía frío, áspero y severo. Sentía como subía la temperatura a medida que llegaba a su sexo y la humedad hacía rechinar las yemas de mis dedos. Cerró los ojos y la saliva pasó por su garganta como una tormenta de arena, todo su cuerpo se preparó para estallar. Los vellos de sus brazos se crisparon y retorcieron como árboles doblegados por el invierno, los poros se dilataron dejando escapar su olor a mujer y su boca se abrió mojada suplicando a mi lengua su sed.
Preciosa, puedo cogerme a tu aliento y desnudar tus secretos pero siempre tienes que saber que solo voy a terminar comiéndome tus huesos. Me interesas tanto como que tu vagina sea bien estrecha. Hundí mis dedos y olía a frutas. Se le escapó un gemido y me dijo te amo. Nunca sentí nada tan brutal, saqué mi mano de su entrepierna arrancándole su diminuta bombacha, la dejé sobre la taza de café y salí del lugar. No volvimos a hablar jamás.

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Siro Galé es un seudónimo de la locura, la desesperación y el horror que se desprenden de un Alter Ego en evolución.