|















Me agarró una especie de melancolía. Ésa que te golpea la puerta un jueves de madrugada mientras terminás un trabajo con una taza de café enfriándose en la mano. De mi presente para atrás, que poca gente que se quedó en mi barco. A todos ellos, fieles marineros, callados, presentes o ausentes, extraordinariamente únicos y valiosos, les doy las gracias. 


SiroG.









Un momento, por favor.

|


Hace 17 años, una tarde de Junio, salí del colegio y cuando llegué a mi casa recibí una llamada. En ese entonces era una niña, no cambié mucho pero quizás veía cosas en la vida que con el pasar del tiempo uno las va perdiendo y cuando te das cuenta empezás a extrañarlas pero ya es demasiado tarde.
Esa tarde, al salir del colegio recibí la llamada de mi hermana y con mucho entusiasmo me dijo que vaya a verla al negocio de mi viejo donde hacía de recepcionista. Cuando llegué, tenía en su cara esa sonrisa que anticipa que algo bueno está por pasar. Detrás de esa cara me dijo mirá que tengo acá, señalando el cajón del escritorio... y entonces la ví. Era tan chiquita que entraba dentro de un cajoncito de escritorio, una bola de pelos preciosa, blanca y negra. En su lomo tenía una mancha muy especial con forma de estrella. Desde ese momento la quise y supe que era para mi. La llamamos Zatya y llegué a un trato con mis padres : sólo se iba a quedar por 3 días hasta que encontremos una familia que la cuide, porque ya teníamos a otro perro (Kimba). No sólo se quedó al tercer, cuarto, quinto y trigésimo octavo día sino que me dio 17 años enteros de alegría. Hoy, por las reglas de la vida, esas que siempre me parecieron tan absurdas, la dejamos ir y descansar al fin. Gracias por darme todo lo que muchas veces las personas no saben dar, por ser tan fiel, tan buena compañera. Siempre es todo lo que te vamos a extrañar, nunca es todo lo que te podemos olvidar.


El día que me enteré que la iban a sacrificar para disminuir su agonía, la primera reacción fue el enojo. Tardé hasta esa noche para darme cuenta lo que realmente había sucedido y ahí fue cuando lloré. Quizás, si tengo que hablar con sinceridad no lloré por la muerte en sí de mi mascota porque siempre está el consuelo de saber que no sufre más, sino porque creo que el mundo debería detenerse cada vez que una vida se pierde y sobretodo si esa vida fue una razón para que sonrías todos los días. Digo que el valor de la vida fue disminuyendo de a poco y en momentos en que abrís los ojos y ves como se desvanece te ponés a pensar en todas esas veces que escuchaste la frase "La vida es una sola y hay que vivirla" y te sonó como un eco que a penas acarició tu espalda. Entonces me doy cuenta: sólo un muerto puede recordarte lo vivo que estás.



Nosotros, solos.

|


Perdón, se que estás sola conmigo y que entre nosotros, hay un vacío desprovisto de esperanza.
Fijate, somos un par de aficionados a la vida que con rumbo errante creemos que nos pertenecemos, únicos... verdaderamente únicos. Raramente, somos cómplices de este amor frustrado, del sexo manipulado en laboratorios ajenos al amor, de la felicidad devorada por la amargura, del hastío mutuo y el rechazo prematuro. Te toco el hombro, vivamos un poco más después de esto.
Perdón, pero estoy solo y no me llevo bien conmigo mismo. Después de la ventana, el mundo está vivo y no me dice nada, sólo el murmullo de un par de idiotas como yo que esperan escaparse en la mañana. Prendo un cigarrillo y miro como caen tus ojos, como se derrumban en tu cara, en tu boca. El problema de acostumbrarse a tus besos, es acostumbrarse.

voyeur

|




Estaban juntas sobre una plataforma blanca, mostrándoles a mis ojos la crudeza de sus cuerpos. No solo eso, sino que su instinto más carnal, el de un ser que nunca ha visto un Dios, se expandía ante mi como un tumor voraz.
Me quedé tras la puerta observándolas. No les importó el espectador, al contrario, ese hecho solo provocó más satisfacción en sus destrezas.
Par de histéricas amantes, despreciables, repugnantes. Gateaban como siamesas genitales, gritando, chillando, burlándose de mi. Las odiaba... inmundas meretrices del infierno, solo pensaba en desollarlas vivas, miembro por miembro y luego arrancar sus alas, rajar sus pechos y vaciar sus vientres.
Un centelleo en mi sien me avisó que era el momento de comenzar el juego, donde yo jugaba a ser Dios. Abrí la puerta que nos separaba con la justa cautela para no alarmarlas, ellas me apuntaron con sus ojos atómicos, creo que adivinaron la intención en mi mirada porque comenzaron a alejarse. Siempre pegadas como ventosas, siempre arrastradas, no pensaron en dejar el placer ni por un segundo, hasta podría asegurar que el presentimiento de muerte las excitaba mucho más.
Se escondieron pero supe donde encontrarlas y cuando lo hice, nuestras miradas volvieron a cruzarse. Esta vez me temían, esta vez yo dominaba el destino y ellas lo sabían. Podía escuchar como respiraban y ver las gotas de sudor atravesar sus corazas. Las tenía acorraladas.
El segundo que duró el asesinato se me clavó en la mente, las vi aplastadas con las vísceras destruídas, pegadas en el piso. Fue fácil, dos simples golpes. Durante el primer golpe una había abandonado a la otra que estaba herida, traicionera. La arrastré hasta la moribunda, las quería juntas otra vez, y les aticé el último golpe. Mortal.

Nada

|

Mirar a la nada en su punto más fijo, como si fuera la intersección de
dos metros de gloriosas piernas. Explorarla, envuelto en el manto de su impenetrable niebla, sin miedo a pisar en falso,
sin miedo a caer... sin miedo a seguir flotando.
La nada no es más que un montón del todo
bajando como granos al fondo de un reloj de arena.
Allí está la nada, donde el cerebro se entumece agarrotado por los flacos placeres de la vida.

Diario de un hijo de puta.

|

Imagen:hisn.deviantart.com/


Ella me dijo egoísta mientras apretaba con los dientes el sorbete de su lata de gaseosa y yo levanté la vista sorprendido, me encontré con sus ojos desafiándome a pronunciar cualquier palabra. Sabía que no estaba equivocada pero no le di mayor importancia, simplemente seguí leyendo los clasificados en el diario. De vez en cuando la miraba de reojo, no me sacaba la vista de encima, todavía esperaba algún tipo de reacción de mi parte y pude sentir la tensión que ocupaba el espacio que había entre nosotros. Me levanté de mi asiento y me senté a su lado, allí nos quedamos mirando por unos minutos, directamente a los ojos, ninguno bajaba la mirada y ella seguía prendida a su sorbete. Dejé el diario sobre la mesa y puse mi mano izquierda sobre su falda, mientras con la otra acariciaba su nuca. No dejaba de mirarme, ni de chupar su gaseosa. Por la forma en que me miraba habría jurado que me odiaba, que le daba un asco semejante al que provoca una bolsa de carne descompuesta, sin embargo yo sabía que me deseaba, tanto que habría sido capaz de dejarse coger en ese bar, ese día a las 10 de la mañana.
Me acerqué lo más que pude y traté de que nuestras córneas quedaran pegadas y nuestras lenguas anudadas, pero nada pasó, ella se apartó y volvió a decirme egoista. Nunca dejamos de mirarnos, mi mano izquierda corrió bajo su falda. Ella se dejaba, aunque su rostro inmutable permanecía frío, áspero y severo. Sentía como subía la temperatura a medida que llegaba a su sexo y la humedad hacía rechinar las yemas de mis dedos. Cerró los ojos y la saliva pasó por su garganta como una tormenta de arena, todo su cuerpo se preparó para estallar. Los vellos de sus brazos se crisparon y retorcieron como árboles doblegados por el invierno, los poros se dilataron dejando escapar su olor a mujer y su boca se abrió mojada suplicando a mi lengua su sed.
Preciosa, puedo cogerme a tu aliento y desnudar tus secretos pero siempre tienes que saber que solo voy a terminar comiéndome tus huesos. Me interesas tanto como que tu vagina sea bien estrecha. Hundí mis dedos y olía a frutas. Se le escapó un gemido y me dijo te amo. Nunca sentí nada tan brutal, saqué mi mano de su entrepierna arrancándole su diminuta bombacha, la dejé sobre la taza de café y salí del lugar. No volvimos a hablar jamás.

Salud!

|


imagen: http://www.mohzart.deviantart.com/


Me quiere chupar la sangre, hasta dejarme vacío...como una sanguijuela que lleva la lengua afuera saboreando el olor a vena hinchada, llena hasta el tope. Peor que una sanguijuela... es una garrapata, sucia y gorda hasta reventar. Sin que me dé cuenta,entre mis sueños, se devora mis sesos.
No se le mueve un pelo de garrapata, me agarra con sus patas agujas y no me suelta hasta
lamer el último glóbulo rojo.
Se interna en mis venas con su circo sádico de aliento canibal y manos de cirujano, va abriendo camino dejando cadáveres tras sus patas. La sangre sale a borbotones, desesperada por escapar de esta bestia brutal.
Sangre, garrapata! Sangre y venas! Me quiere chupar la sangre sin que me dé cuenta y llenarse la panza con mi vida.



Algo cortito y pintoresco para un sábado por la noche! Salud!

Sobre el Autor

Mi foto
Siro Galé es un seudónimo de la locura, la desesperación y el horror que se desprenden de un Alter Ego en evolución.